El divorcio contencioso es sumamente nocivo para la salud de los hijos
«El amor que no sea eterno, pero que mientras dure, sea infinito». Este era el consejo que un juez del registro civil que conocí regalaba a los novios a los que casaba. Después añadía: «lo que uno yo en el día de hoy, podrán deshacerlo sin mayores problemas dentro de tres meses en el mostrador de la entada, si dejan de quererse». La diferencia es que los matrimonios son una ocasión propicia para la celebración, mientras que las rupturas son, de alguna manera, la certificación del fracaso de un proyecto vital, aun cuando hay personas de mal gusto que las celebran. La virtud radica en, si llegan, saber realizar una buena gestión, con eficiencia y rapidez.
Según las estadísticas del CGPJ el número de divorcios consensuados en España se ha incrementado considerablemente en los últimos años, superando en diez puntos a los contenciosos. No es mala noticia. Es evidente que lo mejor sería mantener el compromiso matrimonial toda la vida. Es lo deseable, pero también es un buen signo de salud mental que la mediación familiar vaya implantándose poco a poco en nuestra sociedad porque, realmente, después de más de treinta años en la jurisdicción de familia puedo dar fe de que el divorcio contencioso es sumamente nocivo para la salud de los propios cónyuges y, lo que es peor, de los hijos.
La mediación ayuda a desdramatizar las rupturas matrimoniales. En definitiva, todo es cuestión de perspectiva. Si no nos quieren ¿por qué hemos de empecinarnos en entrar en un círculo dramático que nos amargue la existencia? La vida merece la pena vivirla y disfrutarla con plenitud, y no se termina con un divorcio. Lo que ocurre es que las emociones, las pasiones que se desatan tras una ruptura empujan a muchas personas a entrar en unas dinámicas de venganza y rencor que tienden a retroalimentarse y a crecer de forma geométrica, hasta alcanzar el estatus del divorciado o divorciada querulante, amargado y resentido. Las estadísticas de los psicólogos dicen que se suele superar antes la muerte que el divorcio del cónyuge. Ante la primera no se tiene otra opción que aceptar el hecho natural, mientras que con el segundo hay personas que se enredan en una batalla psicodramática durante años, sin darse cuenta de que pierden las nuevas oportunidades que ofrece la vida, los nuevos caminos que pueden recorrerse.
No cabe la menor duda de que, para salir triunfante de un divorcio, la mejor receta que se puede aconsejar, después de ver las miserias cotidianas en los juzgados de familia, es la de encontrar un buen profesional de la mediación para conseguir encauzar los problemas que se plantean ante lo que, bien mirado, no es más que un accidente de la vida. El objetivo es, sin renunciar a ningún derecho, lograr salir del hoyo con el menor grado de dolor, de humillación y de sufrimiento. Y ahorrárselo también a los hijos.
El anteproyecto de ley de impulso de la mediación que viene trabajándose por los últimos dos gobiernos ya pasó el trámite de exposición pública e informes, y puede ser la primera ley que consiga la unanimidad en un parlamento tan fragmentado como el que tenemos. Creo que todos los partidos políticos están de acuerdo en la necesidad de esta reforma legal en el campo de la justicia que introducirá el intento previo de mediación como requisito necesario para acudir a los juzgados. Sería realmente todo un símbolo y un mensaje de esperanza para la maltrecha ciudadanía. Tal vez lo que proponemos para los divorcios, también podría ser útil en los procelosos mares de la política. Sufriríamos todos menos.
Fuente: Pascual Ortuño, juez.